Al artista Alberto Suárez le queda pequeña y mezquina esa denominación de "cantautor", tan fea y tan de boga. Alberto es un cantor que honra la hermosa palabra, es un autor cabal y no solo de canciones, sino de textos frescos, bellos, crudos, palpables.
Alberto Suárez es músico en serio porque hace música pero sobre todo porque aprecia la música. Suenan en él la Catamarca natal del folklore sobrio, La Pampa del recato, el balanceo brasileño y el drama ríoplatense.
El amigo Alberto ha tejido, seguramente sin darse cuenta, un abanico que trae vientos de los cuatro costados, una rara alquimia entre el decidor pampeano que elije tal vez un baión de base rítmica y nos habla, al mismo tiempo, de un arrabal porteño.
Es cierto que una vez detuve mi 504 frente al Parque Lezama olvidándonos del apuro que llevábamos con Liliana Herrero para ir no sé dónde o hacer no sé qué, simplemente porque había empezado a sonar Operación Gardel y decidimos que había que escucharlo.
Alberto Suárez es amigo. Lo conmueve a uno con la canción y luego presta el propio corazón a modo de pañuelo para las lágrimas que, canción, noche y amistad mediante, se encienden solas.
10 de agosto de 2005
Juan Falú
|